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Sarandós recupera su campo da festa… ¡y se acaban 15 años de romería exiliada!

Dicen que el tiempo lo cura todo… ¡y en Sarandós lo saben bien! Han tenido que pasar 15 años para que esta parroquia de Abegondo recupere su querido campo da festa, ese lugar donde los vecinos bailaban, comían pulpo y disfrutaban de las fiestas sin mirar el reloj.

¿La culpa? Pues, como en las mejores telenovelas, todo empezó por un lío monumental entre el anterior párroco y el Concello allá por 2009. El Ayuntamiento, con dinero del famoso Plan E (sí, aquel de la crisis y los carteles gigantes), quiso darle un lavado de cara al entorno de la iglesia. Pero el cura de entonces, Manuel Pardal, dijo que nones. No le gustaba la idea de hacer un aparcamiento al lado del templo y, ni corto ni perezoso, plantó vallas y pedruscos tamaño industrial para bloquear el acceso.

La cosa fue a mayores: denuncias, Guardia Civil, enfados varios y un ambiente más tenso que el cable de la orquesta. Al final, las fiestas se trasladaron a donde durante tres lustros los vecinos tuvieron que conformarse con un campo da festa de quita y pon.

Pero… ¡por fin llegan vientos nuevos! La marcha de Pardal y la llegada del nuevo cura, Gregorio Cuauro, han cambiado el cuento. Cuauro, venezolano de origen, no solo se encarga de las parroquias de Abegondo sino que también echa una mano en el hospital Chuac y en Mondego. Vamos, que tiene más trabajos que una fiesta de San Roque, pero aún así ha tenido tiempo para escuchar a los vecinos y, lo más importante, abrir las puertas del famoso campo da festa.

El Concello ya se ha puesto manos a la obra limpiando y adecentando la parcela de 10.000 metros cuadrados, para que todo esté listo para el 15 de agosto, cuando Sarandós celebrará por fin sus fiestas patronales como Dios manda (y nunca mejor dicho). Y no solo eso: también podrán volver a disfrutar de su romería de septiembre en el lugar de siempre.

Después de años de pedruscos, enfados y fiestas desplazadas, Sarandós recupera su punto de encuentro, su lugar de celebración, su escenario de bailes y meriendas. Y quién sabe, igual hasta el tiempo acompaña y no llueve… pero eso ya sería milagro mayor.