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Abegondo: donde el tiempo se detuvo (y la farola también)

Un amigo que lleva más de veinte años viniendo de vacaciones a Abegondo me dijo hace poco:
"El pueblo está exactamente igual que hace dos décadas. Incluso aquella farola sigue sin funcionar".

Y sí, tenía razón… aunque me quedé corto: ya no es que no funcione, es que ha perdido la cabeza.

Ahí la tenéis: un poste solitario, sin lámpara, sin luz, sin futuro. Lo que antes era una farola hoy es un tótem minimalista, un símbolo del inmovilismo urbanístico elevado a la categoría de arte contemporáneo.

Mientras en otros sitios renuevan el alumbrado con LED, en Abegondo hemos decidido innovar: hemos inventado la farola conceptual. No ilumina, no alumbra, no tiene bombilla… pero oye, da que hablar.

Algunos dirán que esto es “mantener la esencia”. Y lo es, porque pocos pueblos pueden presumir de tener una farola que ha pasado de estar fundida a directamente perder la cabeza… y aun así nadie se inmuta.

Lo cierto es que Abegondo ofrece una garantía única: aquí el mobiliario urbano no caduca, se fosiliza. Y con este ritmo, dentro de otros veinte años podremos pedir a la UNESCO que declare la farola decapitada Patrimonio Inmaterial de la Parsimonia.

Porque si hay algo eterno en Abegondo no son las piedras ni las tradiciones: es esa farola sin cabeza, recordándonos cada día que el tiempo aquí se ha detenido.